jueves, 28 de noviembre de 2013

SOBRE EL TRÍPTICO ERÓTICO

Por otra pafte, Luis Adolfo Domínguez, el malogrado autor de varios libros de crítica literaria y finísimo amigo, escribió sobre mi modo de escribir:
"Pero si bien es valiosa esa intención verista, que de hecho ningún autor necesita tener, porque en resumidas cuentas cada uno es libre de escribir como y lo que se le da la gana, hay un aspecto que no puedo dejar de mencionar, porque hay bien pocas obras literarias de las que se tiene noticia cómo fueron escritas, y cuando se es testigo de un parto de este tipo, lo menos que puede hacerse es consignarlo abiertamente, aunque sea como mero interés anecdótico para las generaciones futuras, que si son como las conocidas hasta hoy, deben meterse en todo lo que no les importa.
En alguna parte de Tríptico, Livingston dice que está “escribiendo... escribiendo... escribiendo...”, a razón de no sé cuantos miles de palabras por día, y sin hacer otra cosa, más que eso. Creo que puedo dar fe, porque hace no menos de dos meses que Livingston no hace más que escribir, y ¡vivir!, conforme a su obra. Este detalle tal vez me valga una severa amonestación del autor, que va a calificar mi prólogo con cualquier pinche adjetivo, pero yo he estado viéndolo prácticamente sobrevivir en razón directa de su libro; lo he seguido diariamente en el proceso creador; he oído fragmentos; he comentado, y mentado, asuntos y accidentes; lo he leído; lo conozco al punto de decir que, si fuera notario, daría mi certificación de que es copia fiel del original; pero nadie pide semejante cosa de un libro que se supone es ficción pura, y sin embargo, yo no puedo ignorar este hecho.
Guillermo Prieto dice que cuando él escribía, actuaba exactamente sus palabras y sentimientos, frases y acciones, hasta el punto de dar la impresión de un loco. Lucas Alamán escribía como un tenedor de libros: meticuloso, tranquilo, impecable. Hemingway escribía casi parado, apenas apoyado en un banco alto, Simenon se encierra en su despacho y ¡en tres días! acaba una novela, cabe suponer que recorriendo todos los grados de desvestimiento y barbación. Livingston, como Balzac, se pone a escribir a las doce de la noche y termina a las cinco de la mañana. Si fuera tan prolífico como Salgari, se moriría en un año; yo lo he visto adelgazar algo así como diez kilos en este lapso, pero él dice que ha bajado seis, gracias a su dieta especial y al ejercicio."

No hay comentarios:

Publicar un comentario